HISTORIA DE ATISHA BUDA DE LA MEDITACION


ATHISA
Otra de las figuras más importantes del budismo tibetano fue Atisha, que llegó al Tibet a comienzos del siglo XI. Nació en el este de la India, en la actual Bengala. Fue hijo de un rey, cuyo palacio era conocido como el Palacio de las Doradas Banderas de la Victoria. Estudió con varios maestros de prestigio y llegó a dominar tanto los Sutras como los Tantras. Renunció a los placeres de la vida palaciega y le pidió a su padre que le liberara de sus ocupaciones reales.

De nuevo como en etapas anteriores el rey del Tibet mandó enviar a traer sabios indios que pudieran explicar el budismo, que se estaba quedando muy estancado, en este caso llegó Atisha, a quien el rey le pidió que les impartiera una enseñanza adecuada, fácil de comprender y de practicar para los tibetanos. Atisha se sintió complacido por este enfoque y escribió un breve texto llamado “Una Luz en el Camino”.

Este breve texto resultó extraordinario y se convirtió en uno de los tesoros espirituales del mundo. Atisha condensó las ochenta y cuatro mil enseñanzas del Buda y las acomodó en un orden gradual para ser practicadas. Este compendio constituye el texto raíz de toda la tradición del Lam Rim (El Camino Gradual), que se encuentra en las cuatro grandes tradiciones del budismo tibetano. 

Expuso en sus obras algunos asuntos que siguen vigentes hoy, como el de los tres niveles de desarrollo: el más bajo es el aquellos que buscan la felicidad en este mundo y solo se ocupan de sus propios intereses, el segundo grupo es el de los que llevan una vida virtuosa y buscan la purificación, pero se ocupan solo de si mismos, el tercer grupo es el de aquellos de los demás y persiguen la salvación de todos.

He obtenido el renacimiento humano perfecto,
y el renacimiento de un hombre privilegiado.Los órganos de mis sentidos carecen de defecto,me he encontrado con las Tres Joyas.Que siempre pueda tocar respetuosamente las Tres Joyas en la coronilla de mi cabeza.A partir de hoy, que ellas sean mi refugio.Que jamás sea atrapado por las obligaciones del hogar, que sea dotado con el Dharma, que more entre la Sangha, que, carente de orgullo, pueda hacer ofrendas a las Tres Joyas, que mire a todos los seres con compasión.